La siesta. Esa hora horrenda en la que
te obligan a dormir. Para reforzar el horror, los demonios más endemoniados
circulan a esa hora. El que le tiene miedo a la noche no entiende. El tema es
la siesta. El Pomberito, la pileta apenas terminás de comer, el cintarazo que
te ligás de papá.
Pero ellas no se podían aguantar. Las
tres amaban jugar a la siesta entre susurros. Era su plan, su escondite a plena
luz del día.
—La clave es qué tan rápido podés correr,
cuando cualquiera de los tres demonios viene a buscarte —decía Mariana, la
mayor, a sus hermanas—. Apenas escuches cualquier ruido, metete en la cama.
A veces, si hacía falta, lo hacían
empapadas de la pileta.
Como Pilar, la más chiquita, no entendía
nunca cómo se le podía ganar a tres fuerzas naturales como el cinto de papá, el
Pombero y ni hablar de la muerte súbita por contacto de H2O post
almuerzo —casualmente esta probabilidad se reducía a cero si pasaba la hora—,
Mariana se armó de paciencia, y se lo explicó con una historia que escuchó de
su seño en el colegio.
—A ver, Pili, la cosa es así: no es qué
tan fuerte es el otro, sino qué tan viva sos vos, ¿sabés? Como el zorro cuando
se enfrenta al tigre.
—Pero, el tigre se lo va a comer.
—No, este no. Este es sobrino.
—¿Como Simba con Scar?
—Más o menos. En este caso el tigre
estaba cansado de que el zorro le haga bullying todo el tiempo, entonces un día
dijo que lo iba a pescar él y se iba a reír. Entonces se hizo el muerto y lo
mandó a llamar para que mínimo lo llore.
—¿Pero…, ¿se murió?
—No, no, es de mentira. Así como cuando
te decimos que sos adoptada.
—¿Y el zorro llora?
—El zorro va y le parece que hay algo
raro. Entonces le hace un chiste y dice que si está muerto va a mover la cola.
—Pero los muertos no se mueven
—¡Ya
sé! Dejame que termine: este sí se mueve, y con eso se da cuenta de que
no está muerto y lo delata adelante de todos y se va rajando después para que
el tigre no lo agarre.
—¿Vos decís entonces que corra en cuatro
patas como el zorro si viene papá, el pombero o me muero en la pileta?
—Dejá nomás, Pili…, a alguna de las tres
la tienen que agarrar.